Galería de arte Shanell
Carro de Compras:
0 Items ($0.00)
Buscar:
Venta de Obras de Arte
Venta de Esculturas
MURALES (Formato extra-grande)
DIBUJOS
Pequeños Formatos
Ofertas Especiales
Actividades
Elsa Nuñez
Raimundo Sánchez
Ramón Osorio
Guillo Pérez
Candido Bidó
Miguel Núñez
Juan Medina
Alberto Ulloa
Ada Balcácer
Miguel Gómez
Dionisio Blanco
José Perdomo
Jol Díaz
García Godoy
Luigi Jiménez
Melchor Terrero
José Cestero
Milvio Salcedo
Juan Andujar
Dario Suro
Rafael Martínez
Ramón Oviedo
Clara Ledesma
Antonio Prats Ventos
Luís Bretón
Jesus Desangles
willy perez
Camarena
Concurso de Murales
Colecciones Privadas

Catalogo de Molduras
Francisco Santos
Rafael Trinidad
Nestor César
M. Velez
Danilo Aguiló
Rodrigo Beltrán
Cristian Tiburcio
Plutarco Andujar
Yoryi Morel
José Félix Moya
Mariano Sánchez
Amaya Salazar
Nelson Sánchez
Osiris Blanc
León Bosch
Cuquito Peña
Pintores Dominicanos - Artes

Ureña Rib
Soucy de Pellerano
Rodrigo Beltrán
Omar Molina
Virgilio Mendez

Virgilio Mendez
Pablo Palasso
Juan Mayi

Norberto Santana


Mi Cuenta
Carro de Compras
Finalizar Compra

Página Principal
Newsletter Gratis
Ingresa tu email:

   NOTICIAS   EXPOSICIONES   COMPRAR   NOSOTROS   CONTACTO   Enmarcados 
 


Biografía Dionisio Blanco


OBRAS EN VENTA DE DIONISIO BLANCO

Dionisio Blanco nace en San Cristóbal el 9 de octubre de 1953. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1970-1974). Profesor de Dibujo en la Escuela de Arte Cándido Bidó (1977).  Ha sido profesor de Dibujo de la Escuela de Arte de la Facultad de Humanidades y de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. En 1984, obtuvo el Primer Premio de Dibujo de la XVI Bienal de Artes Plásticas. En 1989, invitado por la Fundación de Colonias de Artistas de New York a Johnson, Vermont y por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, dentro del programa visitantes internacionales.

En 1997, participa como expositor y curador en el Primer Encuentro de Arte Contemporáneo Domínico-Italiano en el Instituto Latinoamericano de Roma, Italia. En el 2012, participa en la primera exposición “El Arte Dominicano en la Curacao”, Santo Domingo, Rep. Dom.  En este mismo año, la prestigiosa casa editora neuyorkina The McGraw Hill Companies, Inc., escogió la imagen de la pintura titulada “De la Serie Sembradores” (1986), de Dionisio Blanco, junto a otras de algunos artistas de distintas épocas y de fama universal, para la ilustración del libro titulado “Experience Spanish-Un mundo sin imites, texto didáctico destinado a profesores, investigadores y estudiantes del idioma español y la cultura hispánica en los Estados Unidos. En el 2014, participa en la exposición “Colección Fernando Báez Guerrero/Un siglo de Arte Moderno en la Republica Dominicana”, Museo de Arte Moderno/Centro Cultural Perelló, Santo Domingo, Republica Dominicana.

En Varias ocasiones, la obra de Dionisio Blanco  ha sido distinguida por importantes firmas, publicaciones e instituciones culturales de los Estados Unidos, tales como las revistas Vanidades(1996), Macla Report on The Americas(con otra de sus obras en portada en abril de 1997 y la Revista de la OEA en 1999. Asimismo, hace algunos años, la empresa Budwiser, fabricante de la famosa cerveza que lleva el mismo nombre, escogió la obra del artista dominicano para su promoción  mediante posters, afiches, banners y camiones en Nueva York y Nueva Orleans. Su obra forma parte de las colecciones del Museo Rally con sedes en Cesarea, Israel; Paris, Francia;  Marbella, España y Punta del Este, Uruguay; Museo de la OEA, Casa de América Latina, Paris, Francia, Instituto Breda, Milán, Italia y General Electric, Atlanta, EE. UU.  Dionisio Blanco es miembro del Colegio Dominicano de Artistas Plásticos-CODAP- y de la Asociación Internacional de Críticos de Arte-AICA-.

 

CRITICAS DE ARTE

1995, JULIO - ARTE AL DIA - INTERNACIONAL

 

DIONISIO BLANCO

 

Una poética de la imagen

 

Artista en su joven madurez, talento precoz que perfilaba un porvenir fecundo apenas cumpli­dos los 20 años, abordando la tercera década como profesional de la pintura, Dionisio Blanco se ha destacado por su evolución, sus éxitos, su autonomía. Es hoy por hoy uno de los creadores visuales dominicanos con mayor y continua proyección internacional, firme en sus planes y consciente de sus perspectivas. Hemos tenido la suerte de seguir su trayectoria desde el comienzo, desde el egreso de la Escuela Nacional de Bellas Artes. En aquel tiempo no salían “rebeldes” de la academia oficial, sino “profesores de dibujo” -único título que se otorgaba-, respetuosos de sus maestros y sobre todo de Jaime Colson. Recordamos el realismo escru­puloso del novel y dotado pintor, sus acuarelas, sus paisajes. Una de esas imágenes imborrables fue una vista de la ciudad colonial -era, si la memoria no nos traiciona, un fragmento de muro, y el ama­rillo predominaba-, seleccionada en la Bienal Iberoamericana Domecq. Coincidimos con la inauguración en México, y Dionisio Blan­co, junto a otro artista mucho mayor, era uno de los dos dominica­nos expuestos… por cierto en un buen lugar, pese al pequeño for­mato.

Hubo después el inicio de los Sembradores -entonces dibujos-, el Primer Premio de la Bienal Nacional y un éxito fulgurante, convir­tiéndose esa simbiosis de estampa rural y realismo/surrealismo fantástico en el acontecimiento del momento. Dionisio Blanco se dedi­có más a la pintura, colocó a sus campesinos en escenarios de paz, espacio y trópico, los fue ensombrerando, mientras su paleta canta­ba en verde y azules, a la vez luminosos y profundos. No ha cesado el artista de investigar el tema, de modificar los colo­res, de enriquecer y refinar los signos pictóricos, al compás de una acogida sólidamente exitosa, dentro como fuera del país. Manejan­do también con facilidad la palabra y la crítica, ha agregado a las búsquedas puramente plásticas, reflexiones metafóricas y simbolis­tas.

...”Sembradores, Máquina de la Fantasía”, “Sembrador como Cartas del Deseo”, “Sembradores frente a les Ojos del Silencio”, los títulos son evocadores. Dionisio Blanco mantiene un lema -los Sem­bradores- inagotable en sus variaciones. Y si la realidad campesina, centrada por razones geográficas en los campos arroceros, lo motiva, él nunca pinta instalado con su caballete, delante de los labradores, tampoco lo hace en base a fotografías testimo­niales. Desprendiendo las figuras y su marco circundante de su contexto observable, opera una transmutación imaginaria. Flota una atmósfera de cuentos de hadas, de leyendas simultáneamente verná­culas y sofisticadas. Su mundo es tan extraño corno conocido...

Desde que el creador visual decidió apartarse de la interpretación minuciosa de un “modelo”, se volcó liada si Surrealismo, pero evitando formulaciones traumáticas y ciertamente alejado de toda “es­critura automática” o absurda. Dionisio Blanco ha preferido la vía de la seducción, de la metamorfosis accesible gracias a referencias, si no constantes, frecuentes. Nos propone una fusión real-fantástica, real-maravillosa, entre los sembradores, objetos, pájaros, frutos, tie­rra, agua, cielo, susceptibles de convertir cualquier elemento en una entidad viviente y por supuesto ignota. Reinan las Mil y Unas Noches del Trópico antillano. Un genio-espiga translúcida brota de una botella… El bohío camina... El racimo de plátanos se vuelve enjam­bre verdeante… Abundan los sujetos en etapa de mutación, que probablemente completarán su nuevo ciclo, su cambiada identidad, cubriéndose con el mítico sombrero... No cabe duda de que el sombrero constituye un soporte concep­tual y compositivo de la pintura de Dionisio Blanco, Podríamos aña­dir su vertiente cromática: el bermellón, realzando la luminosidad de la cinta verde, tan necesaria e integrada. El sombrero no solamen­te propicia una sombra etimológica, sino provoca el misterio. Diríamos más, es una alegoría del misterio, omnipresente en cada cuadro. ¿Esconde el rostro endurecido al aire libre? ¿Disimula, y da forma a una especie de hombre invisible? ¿Será una morfología insólita, do­tada de vida propia? ¿Se habrá convertido en el sello iconográfico, inconfundible, que “delata” a su autor? En fin, se multiplican las lec­turas, según la sensibilidad y la inventiva del contemplador, y no hay un analista de la obra que disminuya o descarte su ingrediente de fascinación... hasta hacerlo leit-motiv del texto.

Los escenarios de Dionisio Blanco comunican tranquilidad. De esos emana una quietud feliz, bucólica, y perenne, tal vez porque están desligados de nuestra actualidad en proceso de transformación acelerada, y sugieren una existencia interior, más allá de lo físico, verdaderamente “meta-física. Pensamos entonces en el concepto expresado por la maestra mexicana, Olga Sáenz: “La obra de arte metafísica es, en relación a su aspecto, serena, pero da la impre­sión de que algo nuevo debe ocurrir en esa misma serenidad, y que otros signos, además de los ya evidentes, deban aparecer en el cuadro de la tela. Tal es el síntoma de la profundidad habitada. Asi­mismo la serenidad de los sembradores no significa inmovilidad y placidez. Cuando nos sumergimos en los espacios y distancias, en la precisión implacable de las formas, en la embriaguez del color, una especie de vértigo se apodera de nosotros, y nos preguntamos cómo esa pintura, metáfora del silencio -pocas obras evocan tanto el silencio como la de Dionisio Blanco- posee aquella increíble elocuencia, esa intuición a una lectura plural Cualquier explicación lógica cede ante la intuición, la sugestión, la introspección. Retornamos a las profundidades del misterio y a los inagotables fenómenos desco­nocidos, gestados por el pintor. En esa lectura plural que menciona­mos, no olvidamos el aspecto teatral de las composiciones, cuyos planos paralelos ascienden hacia el horizonte. A la vez telones y es­cenarios, por la simbiosis de bidimensionalidad y tridimensionalidad, un sabio juego da luces tos recorre, mientras las líneas y los matices perfilan rigurosamente los detalles a manera de los accesorios en una hermosa escenografía. Una escenografía habitada por la danza o la pantomima, más que por un cruce de diálogo... El silencio decididamente no puede obviarse, o tal vez el fondo musical de un “ada­gio” acompaña a los sembradores.

Es nuestra versión de la poética de Dionisio Blanco.

 

Marianne de Tolentino

Crítico de Arte del Listín Diario.

Ex-Presidenta de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte

y Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte

 

************************************************

 

DIONISIO BLANCO

¡Sobre los límites del sueño y la vigilia!

Por Amable López Meléndez

Miembro de AICA/Curador Jefe del Museo de Arte Moderno.

 

 

Esta es la utilidad de la memoria para la liberación: no reduce el  amor sino lo expande

Más allá del  deseo y por lo tanto nos libra de futuro y pasado”.

                                                                                                               T. S. Eliot (1888-1965)

 

 

Nunca como en estos violentos y cegadores umbrales del siglo XXI, la humanidad había urgido tanto del delirium, la imaginación y la mirada  alucinadora de los artistas; de sus mas bellas subversiones; de sus cristalinos, abrasadores y fértiles abismos espirituales. Y no para evadir la realidad, sino, precisamente, para comprenderla y expresarla mejor. De ahí que las series pictóricas más recientes de Dionisio Blanco (1954) se me revelan como pretexto especular sobre la posibilidad de una “pedagogía” del deseo, la libertad y la iluminación ante un instante posmoderno, terriblemente maquinal y despiadado que estalla como presagio de la perdición del derecho a la fantasía, la maravilla y el  lúdico extrañamiento.

 

Y es en pleno ejercicio de este derecho que Dionisio Blanco, a partir de un ejercicio especializado de las licencias propias de lo onírico y la ficción pura, desarrolla una producción pictórica mutante a través de la cual llega a franquear las puertas de la percepción al mismo tiempo que materializa con poderosa creatividad y extraordinaria lucidez, las imágenes de una cartografía de la memoria y el deseo que prospera y prolifera desbordando los límites de la realidad y la razón.

 

En sus series tituladas “Sembradores sobre el Trópico Secular” (1984-1994); “Fantasías Oníricas de Sembradores” (1996-2000); “Sembradores frente al falso Espejo” (2004);  “Sembradores como el Humo Sagrado”; “Sembradores Míticos” y “Sembradores como Vasos Comunicantes”(2007); “Sembradores sobre la Memoria de la Tierra”, “Sembradores sobre la memoria del Mar” y “Sembradores en Evaporación” (2008-2014), confrontamos las imágenes de un distintivo universo ficcional, construído a partir de una esplendorosa polisíntesis estilística y un  virtuosismo formal de inequívocas raíces vanguardistas. 

 

La producción pictórica, dibujística y escultórica de Dionisio Blanco se proyecta como una de las elaboraciones simbólicas  más brillantes y sofisticadas de la dominicanidad y la consciencia caribeña.  Desde este universo pictórico tan deliciosamente enigmático como intensamente pasional -más que irracional-, y anegando con genialidad y sutileza inevitables los súbitos territorios del goce estético, Dionisio Blanco nos entrega una esplendorosa deconstrucción metafórica de las instancias existenciales del yo, la mismidad y lo fantasmatico.

 

En efecto, ante la producción global de Dionisio Blanco se confirma la advertencia de que su poética pictórica resulta animada por la intima convicción de que la memoria, el sentido de la tierra y la recuperación del valor antropológico de lo imaginario, están entre los mayores retos del arte de nuestro tiempo. Y es que la libertad de imaginar y de poder expresar sus creencias, visiones, sentimientos y pensamientos más íntimos, constituye uno de los resortes esenciales en la ética creadora de Dionisio Blanco.

 

La importancia de la ficción como  asunto artístico en la producción reciente de Dionisio Blanco, radica en el potencial representativo y propiciador de las otredades de lo real y la subjetividad. En el extracto de las series señaladas que en esta ocasión  exhibe la Galería Shanell, Dionisio Blanco nos deslumbra con unos espacios pictóricos mixtificados a partir de un viraje espiritual y una perspectiva estética que lo llevan a representar simbólicamente una realidad y una irrealidad que superan lo concreto; una realidad maravillosa  que no admite los márgenes de la razón y que para ser percibida requiere la puesta en crisis de la mirada y el pensamiento de la modernidad.

 

La ficción es una exigencia de la práctica estética y es también una despedida de la razón; un efecto de la videncia imaginativa y ésta, como cualquier otro estado límite de la vigilia y la experiencia humana, implica una modificación de la percepción de lo real. El misticismo, ese estado de conciencia tan cercano a lo que se considera “locura” y alucinación en Occidente, es también una condición del fenómeno estético. Todo artista auténtico es esencialmente un poeta, un vidente, un taumaturgo y un metafísico.

 

Los grandes artistas no son únicamente los que inventan un nuevo lenguaje, sino también los que llegan a los límites de éste. Y, sin temor de exagerar, creo que este es el caso de Dionisio Blanco, pues  su repertorio simbólico debe su efectividad estética a una extraña capacidad renovadora con la que logra revelar aspectos contradictorios y complementarios de un contexto antropológico e identitario que nos lleva a cuestionar los diferentes niveles del “relato” historicista que ha forjado la identidad personal y colectiva en casillas autoritariamente concretas y definidas.

 

Sólo a través del sueño y más allá de la vigilia, en el inefable territorio de la ficción, donde ya nada nos importa como en el amor, la sensualidad desbordada o en los mismos trances de la imaginación, es decir, sólo en los estados límites de nuestra consciencia escindida, llegamos a saltar sobre el asombroso abismo del “nonsense”, el azar, el deseo, el presente abducido y la temporalidad artificial que proclaman el deslumbramiento, el desarraigo cósmico y el desasosiego  de la condición humana contemporánea.

 

Desde Luego, a la hora de confrontar la obra pictórica reciente de Dionisio Blanco es necesario que nos adentremos en el reino expansivo de la metáfora; abrirnos a las posibilidades del juego infinito, descentrando la mirada frente a lo real para poder advertir la capacidad sugestiva del cauda imagético, asi como la misma densidad poética de un universo simbólico que opera  desde los signos de la ambigüedad y la paradoja. Ante estas imágenes es inútil resistirse al estallido de una memoria laberíntica en la que se combinan las más extrañas asociaciones.  De ahí la complejidad formal de las composiciones en su intento por plasmar esa realidad múltiple que se fragmenta y se yuxtapone alternativamente, pues la ficción misma se materializa a través de una fluida red de espacios cromáticos y símbolos de significados en perpetua mutación. 

 

 

   



Principio Copyright © 2024 Galería de arte Shanell Página Principal
Esta tienda online está soportada por redtienda
Haz un click aquí para obtener tu propia tienda online GRATIS